A veces la ciencia nos deja un poco desorientados. En los últimos tiempos he vivido en mis carnes un caso que lo pone de manifiesto. Me he pasado toda mi vida investigadora leyendo y contando lo bueno que eran los antioxidantes: que si bayas, que si dieta mediterránea, que si vino tinto, que si nueces… Uno se sentía como ganando años de vida cuando consumía esos alimentos ricos en carotenos, tocoferoles, flavonoides y demás moléculas que tienen la buena costumbre de capturar e inactivar radicales libres. Esos radicales que después acaban haciéndonos la puñeta por su pesadísima costumbre de unirse a casi cualquier cosa que encuentran (ADN, proteínas, colesterol…) haciéndoles perder su funcionalidad, o peor todavía, transformándolos en una bomba de relojería.
No está de más recordar aquí que un radical libre es una molécula que tiene un electrón desapareado, lo que la hace extremadamente reactiva. Eso significa que con mucha facilidad va a reaccionar con otra molécula que le ceda electrones, de tal manera que esta última quedará oxidada (perderá un electrón), lo que en muchos casos constituirá un daño que la convertirá en inútil para cumplir su función (algunas enzimas pueden perder su actividad al oxidarse, por ejemplo), o en potencialmente tóxica (el colesterol oxidado parece el desencadenante de las lesiones en las arterias que finalmente conducen a la formación de la placa ateromatosa que a su vez conduce a enfermedades cardiovasculares) o que cumpla inadecuadamente su función, conduciendo a una patología (la oxidación de las moléculas de ADN pueden ser la causa del desarrollo de algunos tipos de cáncer). Además este tipo de reacciones de oxidación son reacciones en cadena, ya que se genera un nuevo compuesto oxidado, que a su vez oxidará a otro y así sucesivamente.
Un antioxidante, como su nombre indica, es un compuesto que disminuye las reacciones de oxidación. Los hay de diferentes tipos, pero en principio los que más interesan en este caso son los que son capaces de capturar y depurar los radicales libres (free radical scavengers), de tal manera que frenan esas reacciones en cadena, y por lo tanto protegen a la célula de las reacciones de deterioro que he citado con anterioridad. Ergo, comer alimentos ricos en antioxidantes debería traducirse en menores niveles de esos radicales libres en las células, y por lo tanto, menos daños celulares y más salud.
Así eran para mi las cosas entonces, sencillas: los antioxidantes eran los buenos y los radicales libres los malos (aunque en esta película, al final acaban siempre ganando los malos). Pero poco a poco empezaron a fastidiarme el idílico y sencillo sueño, y ni los buenos eran tan buenos, ni los malos…. Algunas pinceladas dimos ya aquí en su momento, avisando que los suplementos nutricionales ricos en carotenos (esos compuestos tan simpáticos que le dan el color al tomate o a la zanahoria, y que tienen una comprobada actividad antioxidante) podían llegar a tener un efecto contraproducente, contrario al que se pretendía, de tal manera que algún estudio sobre el efecto de dosis elevadas de colesterol sobre el desarrollo de cáncer tuvo que suspenderse porque los que tomaban más carotenos presentaban una mayor incidencia de esa patología.
Otro destronado ha sido el resveratrol. Tras años en los que este estilbeno, presente en las uvas (y en el vino) parecía ser el nuevo elixir de la eterna juventud y de la salud asegurada, en algunos ensayos (como este y este) se ha apuntado a que cantidades elevadas podrían incluso promover el desarrollo de tumores.
¡Glup! ¿No serán tan buenos los antioxidantes?
Y para dar la puntilla, la semana pasada cayó en mis manos un artículo espectacular (twiteado por César Tomé López, del magnífico blog “Experientia docet”), publicado en “Open Biology” titulado “Oxidantes, antioxidantes y la actual incurabilidad de los cánceres metastáticos”. En este artículo el autor nos cuenta que la mayoría de agentes empleados para cargarse células cancerosas son compuestos que promueven la formación de compuestos reactivos en la célula, y que las células metastáticas luchan precisamente a través de mecanismos antioxidantes. Hay una serie de aspectos que desconocía que me han resultado llamativos y me han recordado mi (profunda) incultura.
El primero me que me ha llamado mucho la atención es que las propiedades anticancerígenas de algunas plantas (por ejemplo, algún tipo de pimienta, y sobre todo de las de la familia de las Brassica, como el brócoli) son debidas a la presencia de determinados compuestos que provocan la acumulación de algunos de esos radicales libres en la célula, de tal manera que la célula cancerosa acaba palmando. Es decir, que su acción positiva contra el cáncer no es mediante mecanismos antioxidantes, sino más bien lo contrario.
El segundo aspecto es impactante y es el que me ha llevado a escribir esta entrada. En una de las últimas secciones del artículo, el título afirma: “Los suplementos nutricionales de antioxidantes contra radicales libres podrían haber causado más cánceres de los que han prevenido”. ¡Toma Geroma pastillas de goma! Y sigue “A la luz de los datos más recientes que dan a entender que gran parte de la resistencia al tratamiento de las últimas fases del cáncer podría deberse a que (las células cancerosas) poseen muchos antioxidantes, ha llegado el momento de preguntarse seriamente si el uso de antioxidantes más bien causa cáncer más que prevenirlo”
Y otro regalito “Globalmente, el hasta ahora ingente número de ensayos de intervención nutricional empleando los antioxidantes β-caroteno, vitamina A, vitamina C, vitamina E y selenio, no han mostrado ninguna efectividad obvia en la prevención de cáncer gastrointestinal ni en el aumento de la esperanza de vida. De hecho, parece que disminuyen ligeramente la vida de los que las toman. Así, los datos futuros podrían mostrar que el uso de antioxidantes, y particularmente de vitamina E, conduciría a pequeño número de cánceres que no habrían aparecido sin la existencia de una suplementación con antioxidantes”
Y la puntilla: “Las bayas es mejor comerlas porque saben bien, y no porque su consumo conduzca a un menor padecimiento de cáncer”
Vamos, que una dieta pobre en compuestos antioxidantes podría generar una mayor acumulación de radicales libres, que condujesen a daños celulares que (entre otras cosas) provoquen una mayor posibilidad de padecer enfermedades degenerativas como el cáncer, Ahora bien, una vez que se han formado las células cancerosas, los antioxidantes son un perfecto aliado de éstas para luchar contra los radicales libres, y podrían contribuir a un mayor desarrollo del cáncer. ¡Qué bien! Lo dicho, la picha hecha un autentico lío. ¿Tendré que buscarme otra excusa para beber vino?
El cuadro está cargadito de antioxidantes; es de Erich Christensen: “Shades of summer”

RADICALES LIBRES, ANTIOXIDANTES Y LA MADRE QUE LOS PARIÓ by lamargaritaseagita is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivs 3.0 Unported License.
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